sexta-feira, 12 de junho de 2009

Como todo empieza

Parte 1

para Cátia Cylene


Los dos encuentranse en un bar de la Ciudad Baja. Intercambios de saludos, sonrisas y besos en las mejillas. Después se van a la mesa del bar y sientan uno delante de otro.


Cuando viene el mozo y deja la botija de cerveza y las copas en la mesa, él sirve las copas y los dos saludan por conocerse, por la literatura y por el cine. Son las cosas que ellos gustan mucho.


Él mira los lindos ojos oscuros de ella. La sonrisa de ella abrese como las alas de mariposas azules que él lo vio muchas y muchas veces cuando era pequeño, donde vivió, en la región del noroeste del RS. Ahora él tiene recuerdos de eso. Y él no tiene duda, ella es una mujer linda, ¡re linda!

Más algunas copas de cerveza, y los dos cambian miradas penetrantes. Pero las miradas de ella algunas veces son discretas. Ella es una mujer reservada, hasta cierto punto. Difícil de creer, pero él a veces es muy tímido. Ahora, por ejemplo, él traga de pronto toda la cerveza de su copa, y sirve nuevamente, y pide más cerveza al mozo.

Ella lo mira y pregunta con aquella sonrisa muy rara que sólo ella tiene:

“¿Conoces Benedetti?”


Conozco algunos textos de ello”, él dijo con algun temor. En la verdad él conoce poca cosa de Benedetti.

Ella más una vez con aquella sonrisa:

“¿Puedo hablar algunos versos de Benedetti?”

“Si, claro”, él repondió pegando en su mano.

Aquella linda boca, como alas de mariposas azules, empiezó con los versos:

“De vez en cuando la alegría/ tira piedritas contra mi ventana/ quiere avisarme que está ahí esperando...”

Ella queda por un rato y mira él. Ella sonríe, empieza a mover los lábios com graciosidad y continua el recital:

“...Voy a guardar la angustia en un escondite/ y luego a tenderme cara al techo...”

Él interrompe...

“...Está bien, me doy por persuadido/ que la alegría no tire más piedritas...”

Y los dos juntos de forma uníssona:

“...Abriré la ventana/ abriré la ventana.”

Los dos ríen... Los dos conocen Piedritas en la ventana. Una maravilla que el escritor uruguayo he escrito... Sólo puede tener hecho para ellos.

Los ojos de ellos encuentranse. Ella empieza a inclinarse su cuerpo y él también hace lo mismo con su cuerpo, y los dos besan el beso más caliente y interminable de la noche de los bares de la Ciudad Baja. Ahora los dos van se poniendo como antes del beso.

“¡Bravo, bravo!, gusté mucho”, él dijo.

“¿De Benedetti o de mi beso?”, ella pregunta.

“!De los dos, claro!”, él dijo.

“A mi me gusta mucho la poesia de Benedetti. Pero también las novelas y cuentos de ello.”

“La poesía de Benedetti és muy linda, y queda más linda con tu voz encantadora. Ahora yo gustaria de decir algo. No una poesía, pero un pedacito de un cuento. Escuchame...”

Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta”.

“¡Cortázar!, ella habla. “Las historias de cronopios y famas, las conozco. ¡Muy bien, muy bien!”

Él toma un golito de cerveza y pregunta se ella ya leyó otras obras de Cortázar. Ella le dijo que conoce algunos cuentos y algunas poesías de Cortázar.

“¿Conoces Rayuela?”, él pregunta.

“No”, ella dijo.

“¿Quiere de empréstimo?, yo lo tengo”, él dije con una dedicación muy pura.

“Si, o mejor, no: ¿Vamos a leyer juntos la Rayuela?”, ella propone.

Durante un rato los dos estuvieron callados. Ellos miran de pronto la calle, las personas corriendo de la lluvia que cae muy despacito. Ellos miranse sorreindo. Él propone de los dos irense al apartamento que hecha ubicado en el cientro, donde él habita. Ella está de acordo.

Después de pagar la cuenta, él pide un taxi. Ella no quiere irse de táxi, pero a pie. A ella le gusta mucho camiñar en la lluvia. Entonces los dos van a pie y abajo de una lluvia muy fina que cae suavemente...

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